AUTOBIOGRAFÍA MÍNIMA de Julio César Azzimonti
Nació en Zárate, pero hace décadas vive en Los Polvorines. Con la obra Acerito ganó el Concurso Nacional de Cuento Roberto J. Payró. Dirigió revistas literarias y culturales.
Nací un invierno del 43 en una casa que estaba en la orilla de las barrancas del Paraná, en la ciudad de Zárate de la provincia de Buenos Aires. Por lo tanto, una de las primeras cosas que vi en mi vida, fue un río. Cuando yo tenía aproximadamente un año, mis padres se mudaron al barrio de Villa Urquiza de la Capital Federal. Era una casa larga, casi inabarcable, de habitaciones grandes y cuadradas. Era la casa de mis abuelos paternos y de mis cinco tíos y tía, hermanos de mi papá.
De esa época recuerdo, nítido y brutal, el nacimiento de mi hermana, en una cama al lado de la mía. Vi nacer a mi hermana como si alguien inflara delante de mis ojos un globo rojo. Por esa larga y misteriosa casa con sótanos, altillos, galpones, gallineros y gruta llena de gatos en el jardín de entrada, desfilaron en el transcurrir de mi primaria y secundaria, jugadores de pelota a paleta, futbolistas, recitadores, bandoneonistas, violinistas, italianos recién llegados que se quedaban a dormir, el fabricante de muebles Fricent y sus amantes, curas, muchos curas probadores de bebidas y contadores de cuentos, santones y adoradores de Pancho Sierra, de la Madre María, y más santones que pronosticaban fines del mundo y salvaciones milagrosas para con sus seguidores, amigos de Gardel y de Charlo en persona, todas las navidades y todas las navidades el pesebre gigante que mi abuelo hacía en el enorme living de entrada, con cascada de agua, y mi hermana vestida de ángel repartiendo estampitas que traía a granel el cura, todas con la virgen y el niño y benditas, desde el 8 de diciembre al 7 de enero.
Pero luego, en los veranos, en sus noches, en la vereda de la calle Bebedero, hoy Ignacio Rivera, paraban a discutir con mi abuelo y mis tíos, radicales, socialistas, anarquistas, peronistas y también vecinos, mientras corría la cerveza y la limonada y ya eran los años 50. Un día, al lado mío, murió mi abuelo y como si todo hubiera sido un sueño de vorágine de vida sólo quedo papá, mamá, mi hermana, mi abuela y una tía soltera y un silencio que rebotada en las paredes y se enroscaba en el alma.
Había caído Perón, se hablaba en silencio de muertos y fusilamientos y ni el país ni nosotros volveríamos a ser lo que habíamos sido mientras yo habitaba una enorme habitación, con una biblioteca que crecía, tenía 15 años y una novia a la que le escribía poemas copiados del poeta Pedro Salinas, los que yo, solitario, reivindicaba frente a las hordas nerudianas, eso sí, con un diccionario de sinónimos cambiaba todas las palabras que podía. Después empecé a sentir vergüenza de esa práctica y entonces nací como escritor.
Esa niñez poética y de ficción fue la matriz. Recién entraba en la juventud, de la cual, pienso, nunca saldré.
Julio Azzimonti
Para leer más textos de Azzimonti se puede visitar su blog: http://azzimontiomeropoesia.blogspot.com.ar/