CAMPAÑA CALIENTE: DENUNCIAN AGRESIONES DE MILITANTES CARIGLINISTAS
Fue en Los Polvorines. Imágenes fuera de contexto que remiten a los largos años en que la violencia era moneda corriente.
Jesús Cariglino gobernó Malvinas Argentinas durante 20 años. Lo hizo al mejor estilo Barón del Conurbano, con mano dura hacia opositores y hacia cualquier forma de disenso. Fueron largos años de un distrito de bajísima calidad institucional.
La violencia fue una característica de su estilo. A lo largo de su mandato le pegó prácticamente a todos, sin distinguir ideologías. Le pegó a la por entonces combativa concejal radical Lidia Gómez Morel (curiosamente, hoy su compañera de ruta en el proyecto macrista), a militantes del Partido Obrero y a los de Libres del Sur. También a familiares, manifestantes y periodistas, en medio de las protestas por la muerte de una niña en el Trauma. Y por supuesto, en reiteradas ocasiones, a los militantes de la estructura que hoy gobierna el distrito. Entre ellos el hoy concejal Andrés Hidalgo, que recibió un disparo en una pierna. O aquel cierre de campaña en 2011, en las cinco esquinas de Grand Bourg, que terminó en graves agresiones, luego celebradas en el aparato del exintendente; y la batahola en 2015, en el centro de Los Polvorines, cuando las fuerzas de choque arrasaron las mesas naranjas de militantes sciolistas (foto).
En el Concejo Deliberante también predominaba la violencia. No solo la mencionada agresión a Gómez Morel, hubo otros que la sufrieron. Como el caso de Gregorio Hollowastch, un concejal pattista de los primeros años, víctima de una agresión anónima, nunca esclarecida, que muchos le atribuyeron al aparato del exmandamás malvinense.
Pero no eran solo los golpes: cualquier concejal opositor que intentara hacer uso de la palabra, recibía rechiflas e insultos, de tal modo que, aun si se empeñara en seguir hablando, resultaba imposible escucharlo.
Hoy la situación cambió. El cuerpo legislativo transita un marco muy diferente, en el que, más allá de las chicanas y los contrapuntos, cualquier edil opositor puede expresarse. Y, sin embargo, las aisladas expresiones de violencia e intolerancia surgen de las barras del hoy macrista Cariglino. Como el caso de Celia, una mujer que en los años cariglinistas hostigaba a los gritos, en cada sesión, a los concejales opositores –con la complicidad del entonces presidente Cobreros- y que hoy insiste en seguir haciéndolo, aunque resulte tedioso escucharla y fuera de contexto su accionar. O como la denuncia de un concejal de Cambiemos respecto al apriete que asegura haber recibido de un asesor de la concejal cariglinista Segovia. O como el joven con remera de “Cariglino 2019” que en la sesión de ayer insultó a viva voz a un concejal del oficialismo.
El intendente Nardini destacaba, hace unos días, que las distintas fuerzas políticas de Malvinas convivían pacíficamente en las veredas. El miércoles, esa convivencia se quebró cuando un grupo de militantes de Cariglino arremetió contra otro de la juventud de Nardini, en la esquina de Rivadavia y Perón. Cuentan que todo empezó cuando le pegaron a uno de los “leones” que acompañan la campaña del oficialismo local. También que hubo insultos y amenazas. Los hechos fueron denunciados en la comisaría de Los Polvorines.
Cariglino perdió en 2015 y en 2017. Y se encamina, según lo marcan encuestas encargadas desde distintos ámbitos, a un tercer traspié. A este punto, uno entiende que el exBarón habrá empezado a entender que su estilo ya no “garpa” políticamente. Y sin embargo, la violencia vuelve a colarse. Como un pesado estigma del que no puede despojarse.
Son imágenes amargas, que remiten a los largos y oscuros años de su mandato. Es el pasado, que pugna por volver.
Luis Melillo