ESCRITORES LOCALES: “DE CALLE, DESAMORES, DELIRIOS Y SUICIDAS”

Es el primer volumen de cuentos cortos del tortuguitense Carlos David Rodríguez. Editado en papel por Autores de Argentina.

De calle, desamores, delirios y suicidas, editado por Autores de Argentina (2021), es un libro de relatos donde confluyen las narraciones sentidas desde el alma al empezar un día cualquiera o terminando una noche de la forma menos esperada.

Carlos David Rodríguez

De calle, desamores, delirios y suicidas es la puerta abierta a la magia de la narrativa que atraviesa tu ser en cuerpo, mente y emoción, provocando en el lector una batería de sensaciones únicas e interpretativas, dando paso a las más triviales reflexiones, donde todo es aceptado, vivido, imaginado, recordado y quizás plasmado.

Amor, desamor, lágrimas, risas, intención, sueños, vida, muerte. Toda esa dualidad presente invita a transitar diferentes relatos que danzan sobre el límite de lo real y la locura.

El tortuguitense Carlos David Rodriguez (33) logra en este libro de 35 relatos plasmar historias con su sello personal. Vivencias que quieren continuar siendo vividas, desórdenes mentales que requieren ser ordenados.

Para adquirir el libro, contactar al WhatsApp 11 6588 7479.

OBRA

A continuación, Cuatro paredes y una ventana uno de los cuentos del libro:

Cuatro paredes y una ventana

La madrugada me encontró como ayer. Solo. Una botella a medio terminar. Dos cubitos muriéndose en el fondo de un vaso con borra de vino. Una mesa de madera chueca, sin mantel. El cenicero lleno de cenizas. Un paquete con el último pucho. La lengua amarga, despistada por el agua podrida. Cinco sentidos baleados y a media máquina. Gotas que bajan por la frente me suben la temperatura. Párpados arruinados. Ojos irritados que no hacen foco en ninguna dirección. Rodillas débiles que obligan a seguir sentado. Hombros cabizbajos. Codos planchados en la mesa. Brazos cruzados. Cabeza con caída hacia delante.

Hojas de un diario que ya es de ayer flamean entre mis piernas. Una de ellas cae y se baña en un charco de alcohol. El viento sopla con ganas. La habitación, a pesar de su única ventana, empieza a enfriarse. Pequeños torbellinos ensucian el suelo con alquitrán. Las cajas de embalar encimadas que tapan las paredes se llenan de tierra. El ventilador de techo no anda, pero gira igual. Las telarañas se deshilachan. El aroma a sudor se mezcla con el humo. La bombilla de luz entra a parpadear. La humedad no se va. Mi birome rueda al piso. Las últimas páginas que escribí se desparraman sin sentido y en un rincón veo su sombra.

Historias divagan en mi mareada sabiola: las peleas con mi hermano; la niña que olvidé en el camino; el beso que nunca di; los amigos de los que me alejé; los otros que me dejaron a mí; las discusiones con mi padre; los amores que no fueron; las veces que endurecí mi corazón; las noches perdidas; las oportunidades desaprovechadas; la mano de Dios, también la del Diablo; las cartas malgastadas; los envidos mal cantados; mis batallas ganadas; mis guerras perdidas. Tanta sangre derrochada en esas miradas que no volveré a cruzar. La fiebre comienza a elevar mis penas. Hace tiempo que me invadió la soledad. Él regresó para llevarme. Y esta vez es muy real.

Carlos David Rodríguez