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ABUSO DE PODER
| "Yo me quedo porque no hay gente que quiera agarrar", se cansaba de repetir en los últimos años Emilio Weber ante cada renovación de autoridades en la entidad. La poca credibilidad de la frase quedó en evidencia ante en última asamblea, donde sobraban asociados con ganas de tomar las riendas de la entidad y el dirigente virtualmente se atrincheró en defensa de su permanencia y la de su grupo. Fuentes del oficialismo confirmaron a Tiempo que hasta hubo intentos de hacerlo recapacitar sobre la conveniencia de dar un paso al costado, cosa que fue negada rotundamente por Weber. "Primero dicen que la gente no participa y cuando hay una genuina participación, se enojan y recurren a cualquier método para mantenerse en el poder. Realmente no se entiende", comentaban miembros de la lista opositora. Seguramente ignoran que la explicación hay que buscarla en motivos que trascienden el mero manejo de la entidad. Es una explicación en la que entran a jugar cuestiones que hacen al mapa político del cariglinismo en Tortuguitas. |
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Un socio deposita su voto en la Asamblea del Centro Comercial
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Como es bien sabido, desde hace un tiempo el cariglinismo local se divide entre un sector que orienta el concejal Carlos Herrera y otro que responde a Carlos Lumbreras. Herrera acaba de asumir como primer concejal de la lista de Cariglino, ocupa la vicepresidencia del Concejo Deliberante y es nada menos que el primero en la línea sucesoria del intendente. En otras palabras, si el intendente se va, posibilidad para nada remota, Herrera lo sucede. En el ámbito local, el concejal de Tortuguitas trabaja con una cuadrilla de hombres independiente de la delegación, y tiene bajo su órbita la sala del barrio Los Ángeles y la construcción del ex Club Belgrano. Además, es un dirigente que mantiene buenas relaciones con los distintos sectores de la comunidad y que ha evitado celosamente mezclarse con movidas que en los últimos tiempos han generado conflicto en Tortuguitas, como el intento de copar una asamblea en la Cooperativa Telefónica, el autoritario manejo en el tema Club Belgrano y, ahora, el apoyo desembozado al oficialismo en el Centro Comercial. Todas estas iniciativas nacieron de los cráneos del grupo Lumbreras y todas ellas contaron con bajo, casi subterráneo perfil del concejal Herrera.
Parafraseando a los comentaristas de box, en el otro rincón el lumbrerismo. Lumbreras maneja la delegación municipal (el delegado Ruviera, de nula militancia política, es un invento suyo) y una buena cantidad de planes sociales que obligatoriamente deben desfilar por su unidad básica de la calle Perón. Al frente de la misma, Lumbreras ubicó a Miguel Astroboy Domínguez, otro dirigente de nula militancia previa, al que Lumbreras hace jugar en cada una de sus disparatadas movidas, otra vez léase Cooperativa, Club Belgrano y, ahora, Centro Comercial. Juegan también para Cachi, Emilio Weber (otrora ferviente aliado y admirador confeso del ex concejal Ferrau, cuya salida de la función pública obligó al dirigente comercial a virar abruptamente hacia las filas lumbreristas) y el médico de familia del municipio Roque Domínguez. Además de esta "primera línea" lumbrerista, hay otros ignotos dirigentes buscando forjarse un lugarcito en el grupo. Uno es un dirigente que proviene de las filas de la ucedé, aquel partido de derecha que tuvo la trasnochada idea de pretender que los destinos del país fueran manejados por dirigentes como Álvaro Alsogaray, su hija María Julia, o la hoy casi olvidada Adelina Dalesio de Viola, la que lloró lágrimas de cocodrilo cuando se incorporó al justicialismo menemista. Este ex ucedé, ahora reciclado en cariglinista, estaría involucrado con un subsidio de 4000 pesos que llegó al Centro Comercial, suma de la que sólo quedó para la entidad 400 pesos, volviendo el resto al mencionado dirigente, que tenía que repartirlo "en otras entidades de bien público", según la explicación brindada en su momento por Emilio Weber. Completan el panorama del lumbrerismo otros ignotos dirigentes que desde hace tiempo buscan esforzadamente su lugar, proyectados desde algunas sociedades de fomento de barrios parques residenciales.
Seguramente, a esta altura el esforzado lector se preguntará qué tiene que ver toda esta larga explicación con la asamblea en el Centro Comercial. El hecho es que la entidad está dentro de la órbita de Lumbreras. Y el hecho es que, indudablemente, Lumbreras y su grupo no han parado de perder poder en los últimos tiempos. Para reafirmarlo basta repasar algunos puntos: el estrepitoso fracaso en el intento de copamiento de la Cooperativa; el trabajo de la delegación, que no conforma a nadie; el desprolijo y autoritario manejo del tema Club Belgrano; la pérdida del manejo de la obra del Belgrano a manos de Herrera. Es mucho para tan poco tiempo. Y en este punto el esforzado lector entenderá por qué era necesario hacer esta larga explicación del mapa cariglinista en Tortuguitas, para entender el conflicto que significó para Lumbreras y su gente la perspectiva de "perder" el Centro Comercial. Ante dicha posibilidad, el aparato trabajó a pleno. Digitó la lista colocando, además de Weber, a un par de "oficiales" - como "Astroboy" Domínguez y el médico Domínguez - además de algunos "soldados". Luego completó la lista con comerciantes de escasa participación, alguno de los cuales confesó a Tiempo haber aceptado integrado "por compromiso".
Pero además de aportar "cuadros" y "amigos de la casa" entre ellos algún pariente, el aparato sumó gente, aportando a escasa horas de la asamblea medio centenar de nuevos socios. "Sospechamos que muchos de ellos ni siquiera son comerciantes, y algunos no tienen comercio en Tortuguitas", dijeron desde la oposición.
Pero lo más grave del caso fueron las "presiones" recibidas en los días previos por comerciantes que integraban esa lista opositora. En algunos casos, las presiones fueron sutiles. En otras fueron más concretas y se tradujeron en la visita a los comercios de funcionarios políticos locales. "Che, ¿cómo es eso de que estás en la lista contra Emilio?", preguntaban en un tono que no dejaba lugar a dudas acerca de lo que se proponía: la desarticulación de la lista opositora. El fantasma de las multas y las intimaciones sobrevoló la escena. Surgen varios interrogantes. ¿Qué tiene que hacer un funcionario, presionando y metiéndose en la vida interna de una entidad? ¿Tanto cuesta aceptar que el destino del Centro Comercial lo decidan sus socios y no los "aparatos"? Y por último, ¿Estará al tanto el intendente de esta metodología? ¿Lo sabrá? Tal vez no lo sepa e ignore lo mal que lo hacen quedar algunos de sus hombres en Tortuguitas.
Este hecho no debe pasar impune y nuestra comunidad debe repudiarlo abiertamente. Porque es un abuso de poder. Porque aparece cuando desaparece la capacidad de algunos políticos locales, cuya mediocridad les impide generar políticas que logren consensos. Porque significa una actitud autoritaria, al no aceptar el libre juego democrático de las instituciones y querer imponer a sangre y fuego lo que conviene al poder.
Desgraciadamente, es un hecho que se ha repetido en los últimos tiempos, casi se ha hecho una costumbre. Ayer fueron otras instituciones. Hoy es el Centro Comercial. Mañana ya habrá un nuevo tema que lo justifique. Entonces, sin una condena enérgica, deberemos resignarnos a admitir que vivimos en una comunidad regida por las normas del patoterismo y el abuso del poder.
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