FALLECIÓ UN VECINO DE TORTUGUITAS CON PROYECCIÓN COMUNITARIA

José María Marchetti integró sociedades de fomento. Fue militante peronista, subdelegado municipal por breve tiempo, y dirigente mutualista. Tenía 81 años.

La política, esa palabra tan intencionalmente denigrada en la actualidad, remite a una actitud noble y solidaria: la preocupación por la cosa pública. Por la comunidad, si queremos traer la cuestión a un ámbito más familiar. Hay que tener sensibilidad para esta tarea y también convicciones lo suficientemente firmes que hagan posible sortear situaciones que a menudo pueden ser ingratas. También implica relegar posturas individualistas en aras del bien común.  Muchas de estas condiciones -que no tienen nada que ver con «el político corrupto, mequetrefe y servil de las empresas nacionales y multinacionales» que tan bien definió Brecht- se podrían aplicar a José María Marchetti, vecino de Tortuguitas, muerto este jueves a los 81 años. Un vecino con neto perfil comunitario, abocado a lo largo de su vida a buscar soluciones a los problemas del lugar en el que vivió e interactuaba.

Marchetti comenzó a mezclarse en las cuestiones comunitarias cuando, muy joven, integró la comisión que hizo posible la actual Escuela 21, del barrio Los Ángeles. Después integró una sociedad de fomento en el barrio San Lucas -se llamaba Fleming y ya no existe- que instaló una salita de primeros auxilios, cuando los recursos de la salud pública eran bien escasos en la zona. Estuvo en algunas otras. Lo cierto es que –más allá de entidades- Marchetti estuvo siempre presente en cuanto emprendimiento o conflicto surgía en la comunidad, para aportar su experiencia y su estilo apasionado, que en ocasiones solía generar polémicas.

También tuvo inquietudes políticas partidarias. Fue un activo militante peronista pero en un distrito donde el peronismo ha sido gobierno largos años, solo tuvo un breve paso en la función pública. Fue en la vuelta de la democracia, designado por el entonces intendente de General Sarmiento, Remigio López. Su jefe superior era el delegado municipal Reinaldo Ferrau, recientemente desaparecido. La sociedad política duró unos meses: los dos tenían fuertes caracteres y el choque fue inevitable. Muchas veces presencié como ambos recordaban, entre risas, aquel choque de planetas. Después de ese paso nunca más tuvo un cargo público.

Su actividad laboral también estuvo vinculada por una actividad de base solidaria. Fue un hombre del mutualismo. Trabajó en la mutual ferroviaria Tafí Viejo y con esa experiencia fundaría la Mutual Malvinas Argentinas en Tortuguitas, en la que estuvo al frente hasta su retiro. Esa formación mutualista lo habilitaba perfectamente para estar en cualquier entidad de similar conformación. Sin embargo, y a pesar de buscarlo por años, jamás pudo ocupar una silla en la poderosa Cooperativa Telefónica de su pueblo. Quizás, porque era un hueso duro de roer para la mezquina y mediocre dirigencia que la gobierna desde hace décadas.

También poseía vocación comunicacional. Tuvo programas en radios y su propia columna -a la que llamaba Así nos va”– que publicaba con mayor o menor periodicidad su amigo, el periodista Horacio Disanto, en su diario Pujanza. Los temas eran siempre referidos a cuestiones de la comunidad.

Lo traté mucho a Marchetti. Como ya dije, tenía carácter fuerte y le gustaba polemizar. En las reuniones -cualquiera fuera el tema- solía tomar la palabra con voz firme y ceño fruncido. Esa adustez era solo una apariencia. Después, en el trato personal, era un tipo afable y sin malas intenciones. Y con capacidad para retomar el diálogo, aún si el día anterior hubiera mantenido un fuerte contrapunto con alguien.

Seguramente se me deben escapar muchas cosas al escribir esta semblanza de este personaje de Tortuguitas que el jueves nos dejó. Un vecino fomentista y peronista de la vieja guardia. De los que van quedando pocos, desafortunadamente. 

Luis Melillo