DE LAS ADVERSIDADES AL ESPLENDOR: EL LARGO CAMINO DETRÁS DE NARDINI

A poco de asumir su segundo mandato, un repaso por las vicisitudes que tuvo que sortear su estructura antes de llegar al poder.

Leo Nardini asumirá este viernes su segundo mandato al frente del ejecutivo malvinense. La estructura política que encabeza junto al senador provincial Luis Vivona pasa, sin dudas, por su mejor momento. Pero más allá de este presente hay una historia en la que abundan los sinsabores. Vale la pena repasarla.

La estructura debutó con un rotundo triunfo en las elecciones de 2005. En la pelea Cristina-Chiche Duhalde, Vivona se impuso a Cariglino. Fueron tiempos duros en el Concejo Deliberante, que incluyeron agresiones físicas de un oficialismo que por entonces mandaba con mano dura, sin ningún respeto a la oposición. En las elecciones de 2007, Cariglino se quedó con la lista del Frente para la Victoria. Vivona fue candidato de una lista colectora. Ganó Cariglino.

En las intermedias de 2009 el exintendente exigió no tener competidores y le fue concedido. La estructura se quedó sin poder participar. En 2011 llegaría una nueva frustración, luego que Cariglino revirtiera un virtual empate técnico con Vivona en las Primarias, desplegando el marketing de la tijerita.

En 2013, Nardini se perfilaba como candidato a encabezar la lista de concejales. Desde Olivos vino la orden que el lugar era para el representante de La Cámpora, el hoy reelecto diputado nacional Rodolfo Tailhade. Nardini resignó su participación y su estructura se retiró.

En 2015, el joven dirigente logró finalmente ser el candidato a intendente del FpV. Pero no le fue fácil. Hubo una durísima puja, resuelta casi a último momento. Y tuvo que resignar el armado de la lista de concejales, que manejó su rival Tailhade.

A este punto se advierte que las adversidades son parte del ADN político de la estructura.

Después llegaría el ajustadísimo triunfo, la incertidumbre de asumir con un Concejo Deliberante en minoría –resuelta en los días previos con el pase de varios concejales de Cariglino- y el traspaso de mando en medio de una transición que el gobierno saliente se empeñó en hacer los más difícil posible.

Nardini sorteó el difícil momento que supuso poner en marcha una gestión en un municipio tan particular como Malvinas, que hasta ese momento había tenido un solo jefe comunal. Con un ingrediente extra para sumar dificultades: el de tener gobiernos provincial y nacional en contra.

Los primeros tiempos de gestión se dieron en medio de una campaña sucia en las redes, con versiones que aseguraban que a Nardini no le daba el paño y que, incluso, tenía “ataques de pánico”. Otras se referían a peleas a las piñas en la cúpula de su estructura. Nada de eso pasó.

En 2017 logró ganar bien las intermedias, en un contexto en el que los globos amarillos hacían estragos, y metió en el senado provincial a Vivona.

Lo de 2019 es historia viva. Nardini plebiscitó su gestión con una elección histórica en la que obtuvo el 68%. Los números son impresionantes: ganó en 2015 por menos del 2 % ante uno de los Barones del Conurbano. Solo cuatro años después, lo volvió a derrotar, pero por más de 40 puntos.

El reelecto intendente suele explicar que su triunfo se debió a los logros de la gestión. Para este cronista, se suman también la cercanía con el vecino -que mutó el paradigma de la figura del jefe comunal cuasi emperador  que proyectaba Cariglino por el de uno cercano a la gente-, y el mejoramiento de la calidad de vida institucional del distrito.

Como se dijo antes, la estructura que gobierna Malvinas pasa su mejor momento. Nardini se ubica entre los dirigentes jóvenes del PJ de mayor proyección. Vivona, por su parte, como uno de los dirigentes de peso del peronismo provincial. Y afrontan esta nueva etapa con gobiernos nacional y provincial en sintonía.

Sus desafíos hoy transitan otros ejes. Consolidar la gestión es uno; preparar la sucesión de Nardini, otro. Pero eso es tema para otro análisis. Lo inmediato es la inminente asunción, en medio de un presente de esplendor, cimentado en mil y una adversidades.

Luis Melillo