72 AÑOS DE TORTUGUITAS

Se celebra este domingo, a partir del decreto firmado por el entonces presidente Juan D. Perón, que creó la estación de trenes y le dio el nombre a la localidad. Un repaso por su historia.

Este domingo, Tortuguitas cumple 72 años.  La fecha es simbólica: como la mayoría de los pueblos del Gran Buenos Aires, no hubo un fundador, un acto formal o un decreto que estableciese «aquí fundamos esta localidad».

Entonces, la fecha se toma -un poco arbitrariamente- a partir de la del decreto firmado por el entonces presidente Juan Domingo Perón, creando la estación Tortuguitas del recién nacionalizado Ferrocarril General Belgrano.

Como toda fecha simbólica, tiene sus pro y sus contra. Entre estas últimas, porque puede inducir a creer -erroneamente- que antes de esa fecha no había nada en la zona. A favor, que esa fue la primera vez que se conoció el nombre de Tortuguitas para la localidad. Sea como fuera, ya está «institucionalizado» que cada 9 de junio, Tortuguitas celebra su aniversario.

El paraje ferroviario existía desde mucho antes de 1947. Primero fue llamado Apeadero Kilómetro 40 y luego Paradero Kilómetro 40. Al adquirir la categoría de estación apareció el nombre que luego quedaría para la localidad.

El nombre de Tortuguitas le vino impuesto en relación al Tortugas Country Club, que funcionaba en las cercanías desde el año 1930.

Precisamente, quienes peticionaron ante las autoridades para lograr la creación de la nueva estación fueron las autoridades del Tortugas Country Club. El Tortugas ya funcionaba desde el año ’30. Fue el primer club de campo del país, fundado por Antonio Maura en tierras que habían pertenecido a su suegro Wenceslao Escalante. Los pobladores de la zona conocían ese lugar como «el monte de Escalante».

Otra imagen de la estación en sus primeros años, rodeada de campo (foto Gloria Paoli)

LA PROPIEDAD DE LAS TIERRAS A TRAVES DEL TIEMPO
Respecto la propiedad de las tierras de lo que hoy es Tortuguitas, el antecedente más lejano lo encontramos en la persona de Alonso de Escobar, uno de los expedicionarios  que acompañó a Juan de Garay desde Asunción para fundar, el 11 de junio de 1580, la ciudad de Santa María de los Buenos Aires.

A partir de 1582 comienza el reparto de las tierras de la campaña que rodean a la incipiente población rioplatense. La propiedad de la tierra era conferida por los reyes de España por las mercedes reales, que era la manera con que se recompensaban los servicios militares prestados a favor de la corona española. A las fracciones que se repartían en la campaña se las llamaba suertes de estancias y estaban destinadas a la labranza y cría de ganado.

Por este procedimiento, Alonso de Escobar se convierte en el propietario de una vasta zona, que luego fue conocida como la cañada de Escobar, y que incluía la porción de tierras que en la actualidad conforman la parte norte de Tortuguitas.

Con posterioridad estas tierras fueron pasando por sucesivas manos. Hacia fines del siglo XIX, los propietarios eran, por un lado, el antes mencionado Wenceslao Escalante, y por el otro Miguel Parra. Este último poseía una estancia de cerca de 500 cuadras cuadradas; a su muerte, por no tener descendencia directa, pasa a remate judicial en el año 1908. La estancia fue dividida en seis fracciones, cuyos propietarios fueron Irigoin, Lara, Blas País, Lanzoni, Ferrari y Juan Larreyna.

LA LLEGADA DEL FERROCARRIL
En la primera década del siglo XX comienza el tendido de las vías del entonces Ferrocarril Central Córdoba – Extensión a Buenos Aires. Algunos pobladores de la zona, dedicados la mayor parte a las tareas rurales, trabajaron como changa en el tendido de las vías.

En el año 1925 los hermanos País, hijos de Blas País, donan parte de sus tierras para la instalación de un apeadero ferroviario. Posteriormente, hacia 1942, los País venden las tierras a una empresa inmobiliaria que las subdivide y vende.

LA VIDA COTIDIANA EN LOS COMIENZOS
Pero ¿cómo era Tortuguitas en el año 1947, cuando se crea la estación? Era un tranquilo paraje rural, mitad del partido de Pilar y mitad del viejo General Sarmiento (de hecho la calle principal era el límite).

En los campos era habitual ver pastar el ganado de los tambos del lugar, la actividad más importante de la zona. José Castellano, Pablo Guzzetti, Juan Costa, Segurola, Martingaste y Despesailles, entre otros, se dedicaban a esta tarea.

Diariamente, a eso de las nueve de la mañana, pasaba un tren «lechero» que, desde la localidad de Santa Lucía -vecina a San Pedro-, recolectaba los tradicionales tarros llenos de leche para llevarlos hasta Boulogne. Allí eran distribuidos para el reparto de leche de la capital.

A las cinco de la tarde, aproximadamente, pasaba de vuelta, devolviendo los tarros vacíos. Esta rutina se repetía todos los días del año: la tarea del tambero no paraba ni siquiera los domingos. También había quintas de hortalizas, sembradíos y algún que otro horno de ladrillo.

La actividad comercial era casi nula. Para abastecerse de provisiones estaba «El Ñato», el almacén de Lanutti donde también se servían comidas. También existía el boliche de Simón Claro, sobre la actual L.M. Drago, entre Seguí y José Hernández.

Para realizar otras compras los pobladores de entonces se dirigían habitualmente a la localidad de Garín, que ya contaba con comercios de relativa importancia, como así también con oficina de correos y destacamento policial. También a José C. Paz. Allí funcionaba la Casa de Auxilio, que luego se transformará en el actual hospital Duhau. Era el lugar más cercano para atender emergencias médicas.

Una presencia habitual era la de los vendedores que andaban en carro y recorrían las chacras, llevando desde carne hasta artículos de bazar. La carnicería de Cigliutti, camino a Pilar, recorría la zona repartiendo carne en carro.

También camino a Garín se encontraba el almacén El Farruco, especie de almacén de ramos generales, muy frecuentado por los pobladores de la zona.

A partir de la creación de la estación Tortuguitas comenzará la venta de terrenos, llevada a cabo por diversas firmas inmobiliarias, como Ungaro y Barbará, Lauría S.A., Greco Hermanos y Santiago Astorga, entre otras. De este modo irán surgiendo los primeros barrios que irán perfilando la fisonomía que presenta la localidad en la actualidad.

CÓMO SURGIÓ EL NOMBRE
Mucho se dice respecto al nombre de Tortuguitas. Este cronista ha escuchado distintas versiones, algunas de ellas muy disparatadas. El aniversario es una muy buena oportunidad para repasar por qué surgió la deniminación.

Repasemos una de las versiones que se repiten sin mayor rigor científico, atribuyéndole una veracidad que, por cierto, carece. Es la que asegura que en un pasado, que nadie sabe precisar, funcionó en el lugar una fábrica de crema derivada de las tortugas.

Luego, que la fábrica quebró o cerró y entonces las tortuguitas que se encontraban en el depósito quedaron a la buena de Dios y se desperdigaron por todo el territorio. Por último, que los visitantes que llegaban se las encontraban por todos lados, y así surgió el nombre. Es una bella leyenda urbana, pero para nada cierta.

Lo real es que al gestionar la creación de la estación de trenes, las autoridades del Tortugas Country Club propusieron el nombre de su club, Tortugas. Pero el ferrocarril lo rechazó porque ya había una estación con ese nombre, en Santa Fe.

Luego propusieron el de Escalante, por Wenceslao Escalante, ministro durante la presidencia de Roca y propietario de las tierras donde se fundó el club de campo. Pero también fue rechazado, por el mismo motivo: una estación así denominada ya existía en Córdoba.

Se barajó también el nombre de Jorge Newbery, que había sido esposo de la hija de Escalante hasta su trágico accidente aéreo, pero tampoco prosperó.

Por último, surgió el nombre de Tortuguitas, por derivación del de Tortugas.

TORTUGAS, UNA OCURRENCIA QUE TERMINÓ SIENDO NOMBRE
Para ir un poco más atrás en el tiempo, vale recordar por qué el club de campo se llamó Tortugas.
En la década del ’20, antes que la idea del club de campo comenzara a tomar forma, funcionaba en sus tierras un club de polo sin nombre. En los primeros tiempos se jugaba informalmente, pero cuando se llegó a la instancia de anotar al equipo en el primer torneo, hubo que fijarle uno.

Cuenta la historia que Sara Escalante, hija de Wenceslao y esposa de Antonio Maura, el creador del club, sugirió: «Pónganle ‘las tortugas’, si ustedes son tan lentos...». La humorada prendió y el nombre quedó para el equipo, primero, y para el club de campo, cuando se fundó en 1930. Unos años después, terminaría siendo la referencia de la cual derivaría el nombre de la localidad.

Luis Melillo